Los domingos tienen ese no se que, esa sensación de no querer hacer nada y a la vez querer hacerlo todo. Particularmente entro un estado raro, donde me siento triste y esperanzada porque todo se va a poder solucionar.
Quiero por un momento dejar de tener esperanza en que todo va a volver a ser como antes. Imagino situaciones con todos sus pro y sus contra y en todas son peores los contra que los pro. Y ahí viene a mi cabeza la pregunta ¿Y entonces qué estoy esperando?
Si bien paso poco tiempo desde que no estamos juntos. Pude lograr un equilibrio, mínimo pero satisfactorio. Dejé de culpar a los otros por lo que me pasa y estoy encaminada hacia una independencia lenta pero segura. Estoy cada vez un poquito más segura de lo que quiero, de a quién quiero escuchar y a quién no. Y también a qué cosas dejar al azar y a cuales no. A pesar de eso, hay veces que lo necesito, para hablar, para escucharlo y también para saber su opinión. En este momento lo sigo necesitando en ese aspecto y es lo que no quiero, pero sólo con el tiempo creo que podré lograrlo.
Los domingos tienen esa cosa, eso de reflexión que te incentiva o no, a empezar la semana. Mi incentivo es dejar de necesitarlo.
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