Participar de la peregrinación a Lujan fue una experiencia de la cual se que no voy a arrepentirme a pesar de sentirme dolorida aún cuando pasaron dos días de la caminata.
Fue casi toda mi familia, como todos los años, algunos salieron desde Liniers que vendría a ser el principio de todo el recorrido y otros, como yo, salimos desde Moreno que es la mitad del recorrido. Fueron 30 kilómetros donde pase por todas las emociones. Por algunos momentos estaba muy contenta por iniciarme en la caminata, en otros estaba muy exhausta, otros donde se mezclaban sentimientos de tristeza por pensar que no iba a poder lograrlo. Me ayudo mucho el encontrarme con mis familiares en los puntos de apoyos, verlos dándome aliento, preguntándome cómo estaba, verlos me generaba mucha alegría y ganas de seguir. Y no sólo eran ellos, sino que se vivía un ambiente de mucho compañerismo, donde todos estaban ahí para ayudarte a seguir un poquito más. Además de las paradas donde tuve que dar el presente (fui con la parroquia que esta cerca de mi casa) tuve unas paradas adicionales para descansar un poquito más y una fue en la cruz roja porque me había subido la presión, cosa rara en mi porque soy de tener lipotimias bastantes seguidas.
A pesar del dolor de mis piernas, los calambres y mis ganas de quedarme ahí, a diez cuadras de la Iglesia, logre llegar. Cuando estuve apoyada en una las esquinas, no podía creer que había logrado lo que me había propuesto: Llegar para agradecer que en menos de una semana empiezo mi mudanza, casa nueva, espacios nuevos, momentos nuevos, habitación propia. Agradecer también el tener a mi familia unida a pesar de los inconvenientes de salud que tienen algunos, a pesar de que en su momento tenían diferencias. Hoy pasar un cumpleaños todos juntos, es algo que nunca se va a borrar de mi memoria y de lo que siempre voy a estar agradecida. Mi familia en este momento es lo más importante y valioso que tengo.
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